



Hay un momento en el que uno no sabe si está despierto o dormido y se confunde realidad con sueño.
Pasan cosas lindas, feas, raras, inentendibles.



La hermana de mi vieja, Silvina, vivía con su familia (mi tío e hijos) en una casa de madera, en medio de una selva tropical. La vegetación era muy verde y prominente y se colaba por entre la construcción que era bastante imperfecta, había separaciones entre las maderas y algunos árboles se colaban en el interior o, incluso, hacían de viga entre paredes. A pesar de ser una casa en medio de la selva y una construcción hecha medio así nomás, tenía todas las comodidades: jacuzzi, pileta, era una choza de lujo.
Adentro de la casa, por doquier, había babosas verde oscuro y violetas regordetas que al aplastarlas se convertían primero en gusanos y luego en anacondas asquerosas con colmillos gigantescos. Me daban tanto temor que me agarraba un ataque de pisada excesiva, lo cual era peor.
Los sueños pertenecen a Vichu. Les recomiendo que
visiten su blog, lleno de fotitos lindas y cosas escritas.
¡Lectores! Recuerden que pueden enviarme
sus sueños a bonnet.paula@gmail.com
o dejarlos en los comentarios.



Y Marty McFly era amigo mío. Mi mamá nos pedía que viajáramos al pasado con el objetivo de preparar un terreno para la construcción de una torre de radio que medía un kilómetro. Entonces nos subíamos al Delorean con Marty y nos íbamos. Primero llegábamos a un pueblo donde sólo vivían mujeres vampiras. Estaban vestidas de negro, tenían los típicos colmillos y las pupilas dilatadas. Nos gritaban que todavía no se había inventado el auto, que nos teníamos que ir. Así que volvíamos un poco en el tiempo. Llegábamos a la época correcta, lo que teníamos que hacer era remover la tierra. De repente aparecían unos karatekas vestidos de amarillo y nos atacaban. Marty volvía al Japón antiguo, aprendía karate y aparecía de nuevo para luchar contra los malos.
